Replantear la política ambiental para hacerla compatible con las políticas productivas

Ciudad de México, 22 de octubre de 2024.-

Enrique Provencio Durazo enfatizó que debemos hacer que la productividad material de la economía mexicana mejore, y reducir la extracción de materiales, así como el daño a los ecosistemas.

Es posible encontrar formas de crecimiento con cambio estructural, donde la transformación energética, la economía circular y otras actividades de alta intensidad ambiental permitan que sea compatible con un escenario de transición climática, afirmó el coordinador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM, Enrique Provencio Durazo.

La desaceleración del crecimiento está en proceso. Estamos ante la urgencia de pensar los esquemas de circularidad económica, si no como una solución última, sí como atenuante de la presión que se nos viene en los próximos años; sobre todo, hacer que la productividad material de la economía mexicana mejore, y reducir de forma notable la extracción de materiales y el daño a los ecosistemas.

Ese es un asunto de transición climática y de política ambiental en todos los sentidos. Hay que replantear esta para hacerla integrada y compatible con las políticas productivas, aseveró durante su conferencia magistral titulada “Política climática, instituciones y desarrollo”.

Al participar en el 14°. Congreso Nacional de Investigación en Cambio Climático y 6°. Congreso Latino de Investigación en Cambio Climático. Desafíos emergentes para un mundo en transformación, organizados por el Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM, comentó:

En el mundo “existe una especie de desencanto con el desarrollo, que como resumió la Asamblea de Naciones Unidas en septiembre pasado en el documento Nuestra agenda común, enfrentamos una gran transformación con grandes riesgos catastróficos que en buena medida hemos creado nosotros mismos”.

A nivel global se registran volúmenes de producción como nunca en la historia, es decir, con altos niveles de sufrimiento y, sobre todo, “vamos en una dirección en la que corremos no solo más riesgos, sino que estamos generando tendencias disfuncionales para los próximos años”.

Precisó que, si bien esa no es una novedad, es importante considerarlo como un diagnóstico que asume la Asamblea y que en los últimos años su secretario general ha señalado: las divisiones y las desigualdades en el mundo crecen y se hacen más profundas.

El investigador universitario indicó que el organismo internacional estima que los retos se extienden, la zozobra domina al planeta “en un mundo que tiene una confianza que también se tambalea y donde la crisis climática adquiere niveles más graves y acelerados, incluso más allá de lo que se preveía hace unos cuantos años”.

En su exposición a distancia dijo que esos rasgos que enfatiza la ONU están caracterizados por mayores desigualdades económicas e incertidumbres de empleo e ingreso, crisis climática y contaminación que afectan a la biodiversidad, así como por el deterioro de las democracias y la inseguridad humana y global.

Todo ello hace que se vea al progreso a partir de una perspectiva crítica; sin embargo, esa percepción se ha agudizado hace décadas y sigue en discusión y revisión, más allá de sus propias implicaciones económicas, pero también en sus interdependencias socioambientales alrededor de los temas de la sustentabilidad.

Provencio Durazo señaló que en una visión de mejoría de largo plazo es necesario plantearse y responder qué escenarios de desempeño económico –en velocidad y cantidad, sobre todo en velocidad y calidad– son deseables en una estrategia hacia el cero neto de emisiones.

Detalló que un planteamiento reciente insiste en que, en unas primeras fases del desarrollo de las naciones que se mueven a mejores etapas de su prosperidad, pasa primero por la inversión, la formación de capital.

Pero ello no es suficiente, lo que debe seguir es cómo la inversión convertida en incorporación de conocimiento, en aprendizaje humano, nos conducirá hacia sociedades en las que se necesita mantener la formación de bienes físicos, aprender de experiencias exitosas y, sobre todo, innovar para lograr escenarios donde la productividad se constituya en distribución y en condiciones favorables para la transición climática, prosiguió Provencio Durazo.

Y ahí está uno de los puntos “donde seguimos cojeando” para pasar hacia sociedades innovadoras; un faltante en nuestra estrategia es más inversión en ciencia, tecnología e innovación. También es clave cómo se procesará esa visión de desarrollo que integre la transición climática y ambiental en general, con rutas de prosperidad, “no tanto dependiendo de cuánto crezcamos, sino cómo y con qué calidad social y ambiental”, recalcó.

Un camino de avance en el que simultáneamente busquemos una sociedad de cero emisiones netas es una experiencia histórica por la que no hemos pasado, aunque algunos ya la iniciaron hace tiempo.

Lograr mayor coordinación

Hay poco tiempo, es necesario trabajar más rápido y, sobre todo, hacerlo con visión de futuro, donde no se escatime el impacto que pueden tener las estrategias en el porvenir, alertó.

Provencio Durazo sugirió alinear e integrar iniciativas públicas entre sí y aprovechar el momento de creación o revisión de nuevas estrategias para articular mejor los esfuerzos gubernamentales, y entre los gobiernos nacional y locales, sobre todo en el ámbito de transporte, adaptación, riesgo y economía circular.

De igual manera, vincular la dimensión transversal que requieren las políticas de transición climática con la política industrial, las energías renovables, la economía circular y la deforestación cero. “Estamos ante una nueva oportunidad de hacer un proceso de integración en campos fundamentales”.

Hay que llevar a la política macroeconómica a un camino que permita cierto equilibrio entre las necesidades que tenemos de prosperidad social para abatir la pobreza, sin entrar en conflicto en las cuentas con el exterior, y sin generar mayores presiones ambientales sobre los ecosistemas.

Necesitamos, sostuvo, encontrar modalidades de coordinación y de ejecución de política, y eso no lo puede hacer la autoridad sola. Se necesita la participación de grupos, empresas, organizaciones, colectivos, comunidades, para definir los horizontes de esas estrategias y repensar la regulación.

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