Ciudad de México, 26 de junio de 2024.-
Su concepción estaba basada en la dualidad hombre-mujer, una unión de opuestos para crear vida,
En el marco del Día Internacional de la Diversidad Sexual, el INAH aborda estos temas para tratar de entender nuestra sociedad actual.
Para comprender la concepción del pueblo mexica sobre el cuerpo y la sexualidad es necesario tomar en cuenta su cosmovisión, sistema ideológico y relación dialéctica entre religión y sociedad, de acuerdo con la antropóloga Lorena Reyes Castañeda.
Por ello, en el marco del Día Internacional de la Diversidad Sexual, la revista El Tlacuache, suplemento cultural del Centro INAH Morelos editado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dedicó su número 1130 a describir los elementos sobre los cuales los tenochcas basaban sus comportamientos cotidianos relacionados con la sexualidad.
En su artículo, “Educación sexual, antes y después de la Conquista. Educación sexual en la cultura mexica. Parte 1”, Reyes Castañeda detalla que, dentro de esta cosmogonía, la oposición entre lo masculino y lo femenino explica el orden, la diversidad y el movimiento.
Tras una investigación en diversas fuentes históricas y documentales, describe cómo para este sistema binario de iguales era indispensable el uno para la existencia del otro, lo que complementaba una unidad cósmica y social, en la que cada integrante era concebido como un ser que contribuía a mantener ese orden con su trabajo y sus sacrificios.
Al recordar el mito nahua sobre el origen de la humanidad, la antropóloga señala que mujer y hombre fueron creados por dos fuerzas sobrenaturales: celestes y terrestres, las primeras ligadas con lo masculino, cálido y seco, mientras que las segundas con lo frío, femenino, oscuro y húmedo.
“Para el pueblo mexica la concepción del cuerpo y la sexualidad les permitía formar códigos culturales, como comportamientos cotidianos, tanto para hombres como mujeres, así como su ubicación en el cosmos y su relación con los dioses”, refiere la investigadora del Centro INAH Morelos.
En esta sociedad, agrega, los individuos eran educados desde pequeños para cumplir funciones sociales acordes con su sexo, y al llegar a la pubertad eran instruidos con los huehuetlatolli (discursos tradicionales), relativos a las reglas de comportamiento, entre las que se exaltaba la continencia sexual.
A través de estos roles sociales y dependiendo de su clase social, tanto hombres como mujeres podían alcanzar prestigio social. Por ejemplo, para ellas está su condición de procreadoras, y en caso de morir en el parto adquirían la calidad de guerreras; también, podían ser consideradas sacerdotisas, educadoras de las hijas, mercaderes, curanderas, hechiceras, entre otros.
Mientras que ellos, quienes eran preparados para ir al campo de batalla, también podían asumir el rol de procreadores, sacerdotes, educadores de los hijos, gobernantes, artesanos, trabajadores agrícolas, curanderos y hechiceros, principalmente.
“Las y los jóvenes eran educados para llevar a cabo los roles asignados, y se les recordaba el respeto al origen, al cuerpo y a la sexualidad. Al mismo tiempo, existía un control ideológico, por medio del temor sobrenatural, ya que no seguir las normas sociales tenía consecuencias”, señala Reyes Castañeda.
Cada ser humano debía mostrar equilibrio corporal, en el que se exigía moderación y templanza, lo que les permitiría disfrutar de los bienes terrenales, así como de la vida sexual, la cual era vista como una bendición de los dioses, de acuerdo con la antropóloga.
Para entender nuestra sociedad actual, finaliza, es necesario conocer cómo trataban dichos temas nuestros antepasados mexicas, por lo que, en la segunda entrega, se dará el panorama posterior, sobre cómo era la concepción del cuerpo y la sexualidad en la sociedad novohispana.
Este y otros números del suplemento El Tlacuache, así como de diversos acervos y colecciones, se pueden consultar en línea en la Mediateca del INAH, de manera gratuita.