A bordo del buque “El Puma” revisan in situ efectos de “El Niño”

Ciudad de México, 4 de marzo de 2024.-

El equipo de investigadores universitarios analizó factores como temperatura, salinidad, oxígeno disuelto, nutrientes, clorofila, además de colectar materiales para metagenómica.

Debido al fenómeno “El Niño”-Oscilación del Sur (ENSO, por sus siglas en inglés) que se desarrolla actualmente en México se ha incremento el agua cálida a la entrada del Golfo de California, ha disminuido el fitoplancton y nutrientes, y se registra mayor salinidad, revelan las primeras observaciones realizadas por la misión multidisciplinaria que realiza la UNAM con el Buque Oceanográfico “El Puma”.

En entrevista, María Adela Monreal Gómez y Martín Merino Ibarra, investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), así como Ligia Pérez Cruz y Miguel Ángel Díaz Flores, del Instituto de Geofísica (IGF), coincidieron en que impactan directamente en las pesquerías, toda vez que la menor presencia de nutrientes en el agua y el aumento de la temperatura pueden afectar a la industria atunera y a otros organismos marinos, además de los arrecifes de coral.

Esta es la primera ocasión en la que se realiza una investigación que vincula a especialistas de geofísica, ciencias del mar y fisicoquímica para revisar in situ sus efectos en aguas mexicanas, por lo que el equipo revisó factores como temperatura, salinidad, oxígeno disuelto, nutrientes, clorofila, además de colectar materiales para metagenómica.

Monreal Gómez detalló: lo que más fácilmente se sabe es la elevación en la temperatura del mar por las revisiones satelitales disponibles, pero es importante ver las diferencias a lo largo de la columna de agua, pues se han observado cambios hasta a 500 metros de profundidad.

Esto representa hasta dos grados Celsius más, pero hallamos a 50 metros de profundidad una gran anomalía de hasta cinco grados de diferencia. En la superficie se sabe rápidamente qué ocurre, pero no en lo profundo, por eso la UNAM ha realizado un gran esfuerzo para estudiar esta fase cálida de la interacción océano-atmósfera, puntualizó la oceanóloga.

En junio de 2023, agregó, se comenzó a registrar el aumento de la temperatura superficial del mar, que hasta ahora es considerado uno de los tres más significativos, por lo que decidió visitar el Pacífico mexicano (Jalisco, Sinaloa y Colima) y la entrada del Golfo de California (Baja California Sur).

Las primeras gráficas de las mediciones elaboradas en la campaña, que se efectuó en la segunda quincena de enero, evidencian que en la parte sur del Golfo se muestra elevación de la temperatura superficial, donde aún llega agua cálida del verano.

A esto se suma que, según los registros, diciembre suele ser el mes en el que alcanza el máximo de temperatura por el fenómeno; sin embargo, las mediciones en la campaña indican que aún continúa mostrándose el efecto de “El Niño”.

Se trata de una corriente cálida que se manifiesta porque los vientos alisios se debilitan y en ese momento la corriente cambia de dirección y favorece las lluvias en América, porque la mayor temperatura se va hacia la costa; pero los nutrientes que son muy importantes para el desarrollo del fitoplancton se abaten.

“El océano tiene una capa de concentración máxima de nutrientes y cuando hay Niño se hunde, entonces los organismos no pueden acceder a ellos para desarrollar la cadena trófica (fitoplancton, zooplancton y luego todos niveles que le siguen)”. Si tuviéramos más herramientas para predecirlo y una concientización adecuada, permitiría que las autoridades puedan tomar mejores decisiones, aclaró.

Hay otro fenómeno oceánico que se llama surgencia, es decir, nutrientes oceánicos viajan de capas subsuperficiales a la superficie, y ante la presencia de “El Niño” los vientos no ayudan a que se dé. Entonces no hay mucha producción biológica, lo que afecta a las industrias pesqueras, por ejemplo, pues los bancos de atún se mueven hacia regiones donde encuentran alimento, no desaparecen, pero los barcos ya no pueden “seguirlos” a otras latitudes.

A su vez, Ligia Pérez Cruz, investigadora del IGF, apuntó que para la realización del estudio las actividades de la travesía se dividieron en dos fases: colectar datos y muestras en las costas de Jalisco, Sinaloa y mar adentro; la segunda fue un muestreo de las estaciones hidrográficas en el Golfo de California.

La importancia de que el “El Puma” y los investigadores hayan estado ahí en este momento que se desarrolla en las costas mexicanas, es para dar información sobre cómo evoluciona y cómo daña a la biosfera, es decir, los cambios físicos cómo repercuten en las comunidades planctónicas y, en particular, al fitoplancton (algas microscópicas) lo que tiene implicaciones para las pesquerías, precisó la también coordinadora de Plataformas Oceanográficas de la UNAM.

En el caso particular del Golfo de California es uno de los más productivos en el mundo y hay importantes pesquerías, por lo que se trata de ver qué pasó con las especies.

Las muestras que se tomaron de la columna de agua llegaron hasta los 1500 metros de profundidad, y además se revisó la velocidad y dirección de las corrientes en la costera y en la zona más profunda; por ejemplo, en el Golfo de California se llegó a los 3 mil metros.

Actualmente los datos son procesados, pero las primeras observaciones indican disminución en las comunidades plactónicas, y los datos físicos preliminares añaden que hubo mayor incursión de aguas tropicales hacia dentro del Golfo de California.

En particular la Coordinación de Plataformas Oceanográficas instaló un equipo que mide las concentraciones de dióxido de carbono y de PH; y busca aportar también información sobre el cambio climático, pues existe la duda de si “El Niño” es más frecuente e intenso por el cambio climático o es un fenómeno independiente, por lo que aportará nuevos datos sobre esta tendencia. También se modifica la precipitación en las costas; repercute en la agricultura al traer más lluvia o aridez y a los corales, comentó Pérez Cruz.

Las investigadoras señalaron los resultados de la campaña, una vez que se procesen los análisis, estarían listos hacia finales del 2024.

Tres generaciones

Para saber cómo se comporta “El Niño” en el Pacífico mexicano, es necesario adentrarse en el mar, resaltó Martín Merino Ibarra, investigador del ICMyL.

Los satélites observan la superficie, los climatólogos estudian la atmósfera, pero es necesario analizar qué pasa bajo el agua para saber el proceso completo, pues en una extensión del líquido marino que se calienta se forma el fenómeno, afirmó.

Merino Ibarra, quien durante 10 años ha sido coordinador del Posgrado en Ciencias del Mar y Limnología, destacó que con los eventos ambientales de escala sin precedentes (por ejemplo el huracán Otis, la sequía extrema y las presas vacías en varias zonas del país) en el contexto de un cambio climático que ya está y seguirá ocurriendo, resulta crucial revisar los impactos de este cambio climático en los eventos de “El Niño”, los de mayor magnitud global, pero de máxima expresión en el Pacífico Tropical Oriental (donde está México).

La UNAM puede atender esta emergencia ambiental de una manera en la que pocas instituciones nacionales podían hacerlo. Nuestra casa de estudios muestra con ello, frente al país y a nivel internacional, su presencia y capacidades ante los eventos ambientales globales que se presentan, acotó.

El científico subrayó que, durante esta campaña, tres generaciones de universitarios navegaron fomentando la docencia y la investigación científica:

Entre ellos el decano de la campaña, Miguel Ángel Alatorre Mendieta, con una trayectoria de 55 años como académico de la UNAM y más de 60 campañas oceanográficas realizadas, gran maestro que a su vez se formó con Ingvar Emilsson, pionero de la oceanografía en México.

También jóvenes investigadores, posdoctorantes de la UNAM y del Conahcyt, alumnos de maestría y doctorado, quienes consolidaron su formación multidisciplinaria en Ciencias Marinas.

Y un amplio grupo de estudiantes de la Licenciatura en Ciencias de la Tierra, de reciente creación en la UNAM, en su primera expedición y que son el semillero de los futuros investigadores en ciencias planetaria y marinas.

En tanto, Miguel Ángel Díaz Flores, investigador del Instituto de Geofísica, ingeniero en ciencias navales y doctor en oceanografía, quien ha participado en aproximadamente 50 campañas científicas, refirió que en las 36 estaciones recolectaron muestras de agua para medir cantidad de nutrientes, temperatura, oxígeno disuelto, clorofila y gases de efecto invernadero como dióxido de carbono y metano.

Fue completa e integral, permitió la conformación del quehacer conjunto y multidisciplinario de 20 expertos. “Es un esfuerzo por conocer más el mar y los eventos asociados a él, en una época donde suceden acontecimientos como “El Niño” y el cambio climático que tiene consecuencias cada vez más visibles”, aseguró.

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